LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA EN 1708-1710.

La guerra en 1708.

En el interior peninsular, en 1708 se producían avances importantes de los borbónicos: En el frente del este, en febrero de 1708, se tomó Alcoy, y el 11 de julio, Tortosa, ciudad que cortaba las comunicaciones austracistas entre Valencia y Barcelona. D`Asfeld tomó en 17 de noviembre Denia, y el 2 de diciembre Alicante. También a fines de 1708 se tomó Balaguer (Lérida). Con ello se cerraba el campo de apoyo a Barcelona, desde Valencia, Aragón y Lérida, apoyo que quedaba reducido al que recibía de la isla de Mallorca.

El punto negativo eran las discrepancias entre franceses y españoles, concretamente entre el mariscal francés Bezons y el general español conde de Aguilar, que luchaban juntos en Lérida. Las cosas fueron a peor, cuando Luis XIV decidió retirar las tropas francesas de España, excepto en Pamplona, Fuenterrabía y los puertos de Vizcaya, territorios que él deseaba y que eran la puerta más fácil de penetración a Francia desde España y viceversa.

También en el campo de batalla de la frontera portuguesa el marqués de Bay derrotó el 7 de mayo de 1708 a los ingleses-portugueses en Campo Mayor (Badajoz).

 

Las cosas fueron peor para los Borbones en el Mediterráneo: en 1708, los ingleses John Leake y el general Stanhope tomaron Orán, Cerdeña y Menorca y derrotaron a los borbónicos en Sicilia y Gibraltar.

El 11 de julio de 1708, Marlborough y Eugenio de Saboya derrotaron a los franceses en Oudenarde contraatacando desde Flandes a una ofensiva francesa sobre Brujas y Gante. La guerra se trasladó a Lille en donde los franceses estaban sitiados.

En 19 de septiembre de 1708, el inglés Stanhope llegó a Mahón (Menorca) con una flota angloholandesa y ocupó la isla en nombre del archiduque Carlos de Austria. Los menorquines se habían sublevado por Carlos de Habsburgo en 19 de octubre de 1706 capitaneados por Juan Miguel Saura, pero no habían logrado tomar el Castillo de San Felipe defendido por Leonardo Dávila, y éste había acabado dominando de nuevo la isla. Pero en 1708 cayó el castillo. En 1713, Utrecht reconocería como válida la conquista británica de Menorca y así los ingleses se quedaron hasta 1756. El gobernador Richard Kane construyó una carretera “mane`s road” de lado a lado de la isla y llevó vegetales y animales nuevos para repoblar la isla.

El 22 de octubre de 1708 capituló el francés Boufleurs en Lille y cedió la ciudad a los aliados.

El 29 de diciembre de 1708 los aliados tomaron Gante.

El ejército francés fallaba en sus abastecimientos, y los soldados pasaban hambre. Luis XIV se quedó la flota de Indias española de ese año para pagar las pérdidas. El invierno de 1708-1709 fue durísimo en Europa, y el hambre hizo que los pueblos pidieran la paz. Francia tuvo una muy mala cosecha en 1708, heladas muy duras en enero de 1709 y mala cosecha en 1710. Los aliados aprovecharon la situación de necesidad en Francia para atacar a los mercantes que se acercaban a los puertos franceses, y Francia pasaba hambre.

El éxito inglés animó al Papa Clemente XI a declararse partidario del archiduque Carlos para el trono de España, lo cual fue un error que se le haría pagar en su día.

 

 

1709, Luis XIV buscó la paz.

 

1709 es citado como año de malas cosechas. La guerra había malogrado muchos cultivos en 1708 y el frío de 1708-1709 malogró la cosecha de primavera de 1709. En España, en la primavera de 1709 hubo lluvias constantes que encharcaron el terreno durante meses e impidieron la siembra y la germinación de la cosecha. En Andalucía hubo miles de muertos de hambre en 1709. Además se inició una epidemia de gripe[1] que tuvo su máxima incidencia en febrero- julio de 1709 y duró hasta 1711, se extendió por Italia, Croacia, Austria, Hungría, Prusia, Polonia, Alemania, Francia, España e Irlanda, y causó no menos de 14.000 muertos en los primeros seis meses de 1709.

A pesar de tantas calamidades, el 30 de julio de 1709 se dio una Real Provisión para que un donativo voluntario de 12 reales por persona se convirtiera en forzoso, con el fin de atender los gastos de la guerra. Estos sacrificios continuaron en 25 de enero de 1710 incautándose el Estado de los arrendamientos de las dehesas.

En 1709, en España se sublevaron campesinos valencianos, los maulets, por hambre y subidas de precios de los alimentos.

En 1709, los contendientes estaban “cansados” de la guerra, el hambre, los altos impuestos. Francia sufría la rebelión de los camisards (hugonotes descontentos con los impuestos de guerra) y Austria sufría la rebelión de Hungría. Luis XIV se planteó el papel que debería jugar España en adelante y su postura frente a los acontecimientos últimos, si debía abandonar a España o apoyarla. El objetivo o problema era adivinar dónde tendría Francia más ventajas.

Luis XIV ofreció una paz a Austria cediendo España y Alsacia, pero la Gran Alianza no se conformaba con eso y la guerra continuó.

Luis XIV volvió a ofrecer la paz a Holanda, por tercera vez, en marzo de 1709, enviando a Holanda a Rouillé, el cual ofrecía quitar España a Felipe V y darle a Holanda las plazas fronterizas que ésta reclamaba.

Esta oferta de Luis XIV significaba que aceptaba su derrota y que, en una situación de hambre en Francia, no estaba en condiciones de continuar la guerra. Luis XIV llegó a contemplar la división del país español, dejando Cataluña a Carlos de Austria, y más tarde el apartamiento de Felipe V a Nápoles-Dos Sicilias, dejando España al archiduque Carlos de Habsburgo.

Luis XIV sentía que Francia estaba agotada, y estaba dispuesto a abandonar la guerra en un momento en que los españoles estaban en condiciones de ganarla en España. La actitud de Luis XIV podía provocar que los borbónicos españoles perdiesen su guerra interior, en las negociaciones poíticas de Luis XIV, guerra que tenían prácticamente ganada en lo militar. Luis XIV envió a Felipe V unas condiciones de paz, y le llamó a París para discutirlas. Era importante la presencia de Felipe V en París pues cabía la posibilidad de que Felipe V perdiera el trono en las negociaciones. Luis XIV se conformaba con que Francia ganase el Franco Condado y los Países Bajos Españoles, pero para que fuera posible la paz, su nieto Felipe V debía abandonar el trono de España. En esas condiciones, acudir a París era lo mismo que renunciar al trono español.

Felipe V contestó indignado a su abuelo. Pero el Rey Sol no tenía en cuenta a quien, según él, no era capaz de defender su propio territorio y necesitaba ejércitos franceses.

Felipe V se sintió ofendido por su abuelo, Luis XIV, quien estaba dispuesto a venderle, y se negó a viajar a París a recibir instrucciones del rey de Francia. Envió a Bergeyck a Holanda a negociar las condiciones de España. La situación provocó una ola de entusiasmo entre los españoles, e incluso el clero inició una cruzada a favor de Felipe V, que fue aceptado definitivamente como rey de España. Hay que tener en cuenta que Felipe V, además de ser francés e impuesto por Luis XIV, tenía en 1700, 17 años de edad, y había sido visto en España, hasta ese momento de 1708, como un petimetre.

 

 

Rebeldía de Felipe V contra Luis XIV.

 

De todos modos, Luis XIV siguió con su plan de hacer la paz, con o sin acuerdo de Felipe V, y envió a Jean Baptiste Colbert marqués de Torcy a negociar con Eugenio de Saboya y el conde de Zinzendorf, los cuales exigieron que Francia abandonase a España e Indias, ante lo cual, Felipe V ordenó a Bergeyck abandonar las conversaciones de paz. Luis XIV siguió en las conversaciones, y Madame de Maintenon recriminó a Felipe V no avenirse a las razones de su abuelo y pidió al rey de Francia que le hiciera la guerra a Felipe V. El embajador francés Bonnac, también conminó a Felipe V a someterse a Luis XIV.

El 7 de abril de 1709 Felipe V convocó Cortes en San Jerónimo el Real para jurar heredero a su hijo Luis, intentando con ello reforzar la moral española borbónica. En esas Cortes ocurrieron cosas muy importantes:

En la jura del príncipe Luis, el rey Felipe V se ratificó como rey de España, a no ser que le hicieran rey de Francia. La postura enérgica de Felipe V evitó que los europeos se repartieran España y América, lo que era su objetivo.

Las Cortes pasaron por alto el problema fundamental del momento, que era la situación jurídico política en que iban a quedar los territorios de la Corona de Aragón. De todos modos, a las Cortes fueron convocados representantes tanto de Aragón como de Castilla, lo que indicaba que los territorios se consideraban unificados. Una vez más en la historia de España se chocó con el problema de la preeminencia diplomática en el ceremonial, pues la norma era que los reinos más antiguos la tuviesen sobre los más modernos, y Castilla era más moderna que Aragón. Se decidió que Castilla tuviera la preeminencia diplomática, y los representantes de Aragón hubieron de sentarse detrás de los de Burgos, luego se sentaron los de Toledo, después los de Valencia y el resto de los asistentes. Cataluña y Mallorca no estaban todavía en estas Cortes.

En esas Cortes de 1709 no estuvieron los catalanes. En 1712 y 1713 se celebraron nuevas Cortes y también se convocó a representantes de todos los territorios, pero Cataluña seguía sin acudir porque todavía estaba en Guerra. Cataluña sólo acudiría a las Cortes de España en 1760 y en 1789.

 

 

Cambios en el Gobierno español en 1709.

 

Felipe V decidió hacer varios cambios en España:

Despidió a Michael Jean D`Amelot, el hombre de Luis XIV que venía gobernando España desde 1705, y sustituirle por Jean Denis de Blecourt. El 30 de abril de 1709, Felipe V le comunicó a D`Amelot su deseo de apoyarse en los españoles y prescindir un poco de la agobiante tutela de su abuelo Luis XIV. Eso significaba prescindir de los hombres de Gobierno que su abuelo le enviaba, pero no prescindir de la ayuda militar, hombres, armas y pólvora y avituallamientos que venían de Francia.

Puso a Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX duque de Medinaceli en Secretaría de Estado.

Puso a Isidro Melchor de la Cueva marqués de Bedmar en Secretaría de Guerra.

Envió al duque de Alba a La Haya, donde se celebraban las negociaciones de paz, con instrucciones de que no hiciese concesiones.

Fueron despedidos los españoles, José Solís Valderrábano conde de Montellano (duque a partir de 1705), y el duque de San Juan (posiblemente Ignacio Moncada de la Cerda duca de San Giovanni), y los nobles españoles se sintieron ofendidos al sentir que eran desplazados del Gobierno, pero no se sublevaron.

Hacía falta decidir si se eliminaba del Gobierno completamente a los nobles, es decir, la supresión de los Consejos, o se prefería el consenso y colaboración de las Casas nobiliarias con el rey. Felipe V decidió que era más urgente tener el apoyo de los nobles que las reformas, pues la guerra podía ser muy complicada sin los nobles.

Y los aristócratas españoles creyeron que volvían a recuperar el poder. Pero el poder ya no estaba en los organismos que tradicionalmente lo habían ejercido, sino en el Consejo Privado del rey manejado por la Princesa de los Ursinos. La situación era chocante y confusa.

 

 

La guerra en España en 1709.

 

En abril de 1709, los borbónicos tomaron Alicante.

En mayo de 1709 el marqués de Bay venció en Gudinha a los angloportugueses.

En 3 de julio de 1709, se ordenó que se reintegrasen a sus pueblos los huidos de ellos. Muchos lo habían hecho para librarse de quintas, y mendigaban por los caminos y se hacinaban en las ciudades.

 

 

Negociaciones de paz en Europa en 1709.

 

En junio de 1709, en los Preliminares de La Haya, los holandeses reclamaron 15 plazas fuertes en los Países Bajos, y que el resto, unas plazas fueran francesas y otras españolas, añadiendo que los gastos ocasionados los pagarían los Países Bajos Españoles. Era la primera demanda de lo que sería conocido como el Tratado de la Barrera firmado en abril de 1713.

En los Preliminares, negociaban Jean Baptiste de Colbert marqués de Torcy por Francia, Eugenio de Saboya por Saboya, y Philipe Luis Wenceslao conde de Zinzendorf en nombre de José I de Austria.

Los aliados vieron muy débil la posición de Luis XIV porque estaba pidiendo la paz. Y se equivocaron cuando creyeron que sus ejércitos habían ya vencido: Los aliados atacaron de pleno en el Franco Condado, desde Alemania, y fueron contenidos; en Italia, los austriacos y saboyanos atacaron, pero Berwick les contuvo.

Zinzendorf exigió de Luis XIV Alsacia y Estrasburgo para Austria. El ministro francés Torcy, aceptó retirar el ejército francés de España, entregar Estrasburgo al emperador alemán, y negociar directamente entre Luis XIV de Francia y José I de Austria. Luis XIV estaba dispuesto a reconocer a Carlos III, archiduque Carlos de Austria, como rey de España, Indias, Nápoles, Sicilia, pero exigía algunas compensaciones para Francia, Portugal, Saboya y Holanda.

Los puntos en que Luis XIV estaba dispuesto a ceder ante los aliados eran:

Cesión de España al archiduque Carlos de Austria, en los siguientes 10 meses. Las opciones discutibles y negociadas entre Orleans y Stanhope eran: o bien Orleans ganaría Valencia-Murcia, o alternativamente Navarra, y el resto de España, incluidas las Indias serían para Austria; o bien la Península Ibérica sería para Orleans, Navarra para Francia, y América para Austria.

Cesión de Estrasburgo y Breisach a Austria.

Cesión de la llamada “barrera holandesa”: Fournes, Menin, Ypres, Lille, Condé, y Tournai a Holanda.

Reconocimiento de la reina Ana de Inglaterra.

Reconocimiento de Federico como rey de Prusia.

Si no se firmó la paz en 1709 fue porque los aliados equivocaron su táctica de negociación, pidieron que el propio Luis XIV coronase rey de España a Carlos III de Austria, e hiciera la guerra a su nieto Felipe V de España. Es decir, querían la humillación pública del rey de Francia. Y en segundo lugar, porque Austria por su parte, pedía las posesiones españolas en Italia, y ello no era aceptable para las potencias europeas. Luis XIV se enfureció, y dio por rotas las negociaciones de paz.

Y el 11 de septiembre de 1709, Francia sufrió, en Malplaquet, su peor derrota de la guerra: 120.000 aliados comandados por Marlborough y Eugenio de Saboya, vencieron a 100.000 franceses comandados por Villars y Boufleurs, tras lo cual tomaron la ciudad de Mons. Los aliados reconocieron su error de táctica de negociación, pues incluso si hubieran esperado un poc más, hubieran tenido la victoria en manos. La victoria británica fue demasiado cara en dinero y en hombres para Inglaterra y provocó una crisis política en la que cayeron los whigs, y el nuevo gobierno tory pidió la paz en Gertruydenber en marzo de 1710, en cuyas negociaciones estuvo también el duque de Alba por España.

 

 

Repercusiones en España

de los Preliminares de la Haya.

 

Conocidas las condiciones de paz que estaba negociando Francia en La Haya, Felipe de Orleans, tras dar varios escándalos en Madrid, se fue a Francia y dejó como representantes suyos a Flotte y a Regnault. Felipe V ordenó detener a estos franceses y encarcelarlos en el Alcázar de Segovia. Una vez presos, confesaron todos los planes de Felipe de Orleans, entre los que estaban ser él el Gobernante de España, pues se creía con más derechos que Felipe V para heredar España y se creía más capaz para gobernar que Felipe V. La Ursinos se posicionó con rapidez contra Orleans y fue uno de los pocos franceses aceptados por la opinión pública española.

Luis XIV, una vez descubiertos sus planes, en lo que pensaba que eran negociaciones secretas, no sabía cómo excusarse, y manifestó que todo era cosa de Orleans y que él no había participado en el enredo. Incluso propuso procesar a Orleans, pero luego manifestó su incapacidad para hacerlo pues no podía juzgar un delito cometido en España. Y al final, la Corte francesa decidió decir que los culpables de todo eran Flotte y Regnault.

Aprovechó la Princesa de los Ursinos para acusar a Amelot de connivencia con Orleans, y el embajador francés fue cambiado por Blecourt.

Felipe V envió entonces a La Haya al Duque de Alba y al conde Bergeyck para mostrar su total oposición a los repartos de España, Indias y Milán que allí se estaban pactando.

 

 

Ruptura de España con El Vaticano en 1709.

 

En 5 de abril de 1709 se produjo la ruptura de España con Roma, algo impensable en la España de los Austrias, época de “la catolicísima España”. La ocasión se produjo cuando las tropas austriacas entraron en Roma, y el Papa Clemente XI se quiso congraciar con ellas y reconoció al archiduque Carlos como rey de España. Felipe V ordenó a su embajador en Roma, duque consorte de Uceda[2], abandonar Roma, y envió una circular a todos los obispos, párrocos, cabildos y comunidades religiosas, ordenando que se hicieran preces por la salud del Papa, prisionero de los austríacos. Hasta ahí los hechos.

Recordemos que la verdadera cabeza de España en estos años era todavía Luis XIV, y que este rey, en 1679, en Reflexions sur le Metier du Roi, había proclamado que los monarcas eran señores absolutos, con plena y libre disposición sobre todos los bienes de su nación, civiles (o “seculares” como dice la Iglesia) y eclesiásticos, siempre que los administren prudentemente en bien de las necesidades del Estado, y por tanto, los eclesiásticos estaban obligados por su cargo a servir al Estado, porque debían su cargo y cuanto poseían al rey.

Estas consideraciones fueron toleradas por los Papas porque la realidad se imponía: siendo los Papas gobernantes de un territorio, con el título de “reyes de romanos”, y estando presionados por Austria para ceder al Imperio los Estados Pontificios, se venían apoyando en el dinero y los soldados de Francia y España, los países católicos por excelencia. Los países que ponían el dinero para el Papa obtuvieron el “privilegio” de proponer candidatos a los cargos eclesiásticos y participar en los beneficios de la Iglesia a cambio de recaudarlos para ella y transportarlos a Roma: Portugal 1506, España 1508 y 1523, y Francia 1516. Este privilegio se llamaba Real Patronato Universal. El tema nunca había sido puesto en duda por la Iglesia, hasta 1705. Incluso Clemente XI había reconocido a Felipe V como rey legítimo y no había denunciado los hechos. Pero en 1705, se le ocurrió al Papa que los acuerdos decían que el monarca debía ser legítimo y que Felipe V no era rey legítimo, sino que la legitimidad estaba en la casa de Austria, lo cual efectivamente se adecuaba a la ley, pero ello venía forzado por presiones de Leopoldo de Austria, y conveniencias económicas del Papa. El problema no era sencillo, y en España se reunió una Junta Magna de 18 teólogos para estudiarlo, los cuales habían sido escogidos obviamente por Felipe V, y estos resolvieron en 1709, que se debía expulsar al nuncio (embajador) de Roma en España, cerrar el tribunal de la Nunciatura, confiscar las rentas de la Cámara Apostólica, censurar los escritos que llegaban de Roma y prohibir las relaciones de las órdenes religiosas que enviaban dinero a Roma sin permiso del rey. Obedecieron todos los obispos.

El conflicto de 1709 entre la monarquía y el papado era muy importante. Era una confrontación entre dos orígenes de la autoridad que se consideraban ambos absolutos. La tesis de los Borbones era que la Iglesia era una autoridad en cuestiones de fe y moral, pero otras cuestiones, como administración y atribución de los beneficios de las rentas y los nombramientos de los cargos religiosos que daban derecho al disfrute y administración de las mismas, dependían del Estado. La ocasión de que Clemente XI se hubiera inclinado por el archiducuqe Carlos de Austria, fue una magnífica oportunidad para reivindicar el poder del rey. La expulsión del nuncio dejó sin duda alguna la ruptura. Y en España estuvo a punto de producirse un cisma, pues una parte de la jerarquía católica estuvo con el rey y otra con el Papa. El Papado inmediatamente se dio cuenta del error que había cometido, pues romper con España significaba perder gran parte de sus ingresos, y la posibilidad de un cisma que afectaría a casi todo el mundo cristiano.

Por decreto de 22 de abril de 1709 se rompieron las relaciones con Roma, se dejó de enviar las rentas que España llevaba cada año a la Curia Romana, se ordenó que la justicia eclesiástica la ejercieran los obispos españoles y los casos no fueran enviados a Roma, se ordenó que los casos de gracia fueran otorgados por obispos españoles, y se exigió que los escritos de Roma necesitasen el “regium exequátur” (pase regio) para poder ser publicados en España.

El regalismo no ponía en duda la autoridad del Papa en el campo de lo espiritual, pero negaba el derecho de éste y de la Curia Romana a llevarse tantos dineros de España, a dirigir la organización eclesiástica española, a percibir ciertos impuestos gestionados por el Nuncio en un país extranjero, a dirigir la justicia para eclesiásticos españoles, lo cual les reportaba más dinero…

Protestaron la actitud del rey y las posiciones de la Junta Magna: Portocarrero arzobispo de Toledo, Luis Belluga obispo de Murcia, Manuel Arias arzobispo de Sevilla, y Martín Ascagosta arzobispo de Granada. Tres de ellos se sometieron más tarde, pero Luis Belluga y Moncada insistió en la desobediencia y se declaró partidario de Carlos de Austria.

El 21 de octubre de 1709, Clemente XI redactó el breve “Cum sicut ad apostolatus” condenando la circular de Felipe V a los religiosos españoles, y Felipe V secuestró el escrito papal, que no fue publicado en España, y mandó salir de Roma a todos los españoles.

El Papa decidió nombrar como cargos eclesiásticos para España, a los que le proponía el emperador José I de Austria y escribió a los obispos que no pagaran impuestos al rey Felipe V. El 18 de enero de 1710, el Papa nombró Nuncio en Barcelona.

La ruptura de relaciones El Vaticano-Madrid creaba muchos problemas: las “dispensas matrimoniales” tenían que ser aprobadas por el Papa, y muchos no pudieron casarse durante algunos años, pues en los pueblos casi todos eran familia y todos los matrimonios solían necesitar su dispensa matrimonial previa. Las vacantes en parroquias y obispados debían ser aprobados por el Papa y se estaban quedando sin titulares. Por ello, Felipe V pidió relaciones al Vaticano, y el Papa respondió con un breve, “Accidet fortasse”, diciendo que el patronato regio era una concesión papal, y por tanto, que el Papa podía retirarlo cuando quisiese, y que él lo retiraba hasta que Felipe V mostrase completa sumisión a la Santa Sede. Ante ese escrito papal, la Junta Magna se escindió entre los que permanecían en lo dicho en abril de 1709, bando radical, y los que querían avenirse con el Papa, bando conciliador. Felipe V prescindió entonces de la Junta Magna, y creó la Junta Reservada, sólo con los del bando radical, afirmando éstos que los obispos podían ser consagrados en España sin necesidad de intervención papal y que los beneficios materiales que obtenía la Iglesia en España no eran cuestiones de fe y podían ser atribuidos al patronato real.

De todos modos, Felipe V llamó al obispo Luis Belluga Moncada, y le propuso que buscase un acuerdo con el Papa. Las propuestas de obispos en los años siguientes fueron inmorales: a unos les interesaban obispos borbónicos, y a otros les interesaban obispos austracistas, pero nadie se preocupó de si eran honestos y buenos católicos.

Macanaz se puso al frente de la Junta Reservada y en 19 de diciembre de 1713 elaboró un “Memorial de 53 puntos” en el que, básicamente venía a decir que el Papa tenía derecho a confirmar a los candidatos que designase el rey español, y nada más. La autoridad sobre las instituciones eclesiásticas le pertenecía al rey, la autoridad sobre la Inquisición le pertenecía al rey (y ello fue apoyado por Macanaz en precedentes históricos y derechos jurídicos), el derecho a nombrar cargos eclesiásticos le pertenecía al rey, las rentas de sedes vacantes, los dineros que iban a tribunales eclesiásticos, le correspondían al Estado. Macanaz se hizo un símbolo del regalismo, de lo que los integristas de entonces calificaban como anticatólico porque las consecuencias que se deducían del Memorial eran rompedoras con la tradición de la monarquía católica: El Papa no tenía derecho a cobrar tributo alguno en España e incluso el Estado podía exigirle tributos a la Iglesia, las apelaciones a tribunales de Roma se debían hacer a través del Gobierno español y no directamente, los tribunales eclesiásticos no deberían tener poder temporal. Incluso, el Estado podía legislar sobre órdenes religiosas en el sentido de limitar su número, y sus funciones (pedir limosna, atender a los enfermos, enseñar…).

Pero el problema de las dispensas matrimoniales (los permisos de matrimonio entre familiares), continuaba sin solución y, en 1714, eran ya muchos los casos pendientes. También había 23 diócesis sin titular. Y el Papa empezaba a notar la falta de dinero en Roma, pues España y Francia habían dejado de enviárselo.

El enfrentamiento entre la Iglesia española y Macanaz fue muy fuerte, y el rey protegió a Macanaz de la inquisición, al menos hasta 1715. Hay que advertir que Macanaz era católico ortodoxo, amigo de varios jesuitas, enemigo de los jansenistas españoles, partidario de la existencia de la Inquisición, es decir, un conservador dentro de un catolicismo español que ya era muy conservador. Aún así la Inquisición prohibió las obras de Macanaz y persiguió a este hombre y a su familia muchos años.

La solución al catolicismo español era una reforma profunda de la Iglesia. Muchos obispos eran partidarios de que se hiciera. Había que cambiar las instituciones clericales, la situación jurídica de las órdenes religiosas, y la disciplina eclesiástica[3]. Pero Felipe V no quiso esa reforma. Felipe V quería parte de los muchos ingresos que tenía la Iglesia, quería el nombramiento de cargos eclesiásticos porque eran muy influyentes en la política, pero no se interesó por nada más. Es decir, que Felipe V sólo quería cambios leves y superficiales. En absoluto quería abolir una Inquisición que, llevada por un hombre de confianza del rey, imponía mucho respeto, pánico a veces, a los disidentes políticos. Además, complaciendo a las órdenes religiosas y dando muchas fiestas religiosas, el rey se hacía agradable al pueblo español.

Con esta política circunstancial respecto a la Iglesia católica, Felipe V se ganó el apoyo de gran parte del clero y los desacuerdos con él fueron sobre cuestiones concretas y puntuales. El hecho de que los confesores reales tuvieran cada vez menos capacidad de revisar previamente los decretos reales y sugerir cambios, y el hecho de que cada vez había menos eclesiásticos en cargos importantes del Estado, fue asumido muy bien por el conjunto del clero español, e incluso la pérdida de algunos fueros y privilegios eclesiásticos era aceptada por muchos. Y el tema de la disciplina del clero, en el que Roma estaba muy interesada, no fue tocado hasta 1723 (bula Apostolici ministerii). En ese tema no estaba interesado el bajo clero.

El Papa aprovechó la circunstancia de Utrecht para reconocer como monarca legítimo a Felipe V, y en 17 de junio de 1717 se llegó a un Concordato, por el que Clemente XI obtenía el restablecimiento del nuncio en Madrid, y el reconocimiento de la autoridad de los eclesiásticos españoles, y Felipe V obtenía ayudas económicas de la Iglesia, cuando sus empresas fueran dirigidas “contra el turco”.

El pueblo español en general se hallaba sorprendido por el enfrentamiento entre un país católico, cuyo rey se mostraba dialogante y unos teólogos de Alcalá, Salamanca y Valladolid, que eran intransigentes. El Rey y el Papa se amenazaban, pero no había peligro de cisma, sólo se buscaba forzar la situación para buscar arreglos de última hora que podían ser un poco más favorables a las partes.

 

 

Los franceses abandonan España en 1709.

 

En 2 de septiembre de 1709, D`Amelot abandonó Madrid. Las tropas francesas habían recibido orden de retirada de España y la presencia francesa no era bien vista. Se marchaba el príncipe de Orleans y se llevaba buena parte del ejército francés para luchar en los Países Bajos. Sólo dejaron guarniciones en Fuenterrabía, Pamplona y Vizcaya, un total de 25 batallones. Se fue el general Bezons y D`Asfeld. También se retiraba Noailles, quien había llegado desde Francia y había ocupado Gerona. Las tropas retiradas de España fueron puestas a las órdenes del mariscal Villars en los Países Bajos españoles, donde se enfrentaron a John Churchill duque de Malborough. Incluso el embajador de Francia en España, Blecourt, fue rebajado de categoría pasando a la de “enviado extraordinario”. Los franceses abandonaban el Gobierno de España, pero se temía que abandonaban el apoyo a España por completo.

La Princesa de los Ursinos permanecía en Madrid. Algunos destacamentos militares franceses también permanecían en España, pero el grueso de la fuerza era trasladada al norte de Francia.

En 11 de septiembre de 1709, Malborough y Eugenio de Saboya vencieron a los franceses en Malplaquet (Países Bajos Españoles), pero la victoria no tuvo consecuencia ninguna, sino añadir más desgaste a ambos bandos contendientes. Ambas partes tuvieron muchas bajas. Malborough siguió atacando y en 23 de octubre de 1709 tomó Moon y controló los Países Bajos para Inglaterra. De ello se dedujo que Malplaquet fue una victoria inglesa, pero esa opinión es discutible.

Afortunadamente para Felipe V, para estas fechas, las reformas del ejército español estaban muy avanzadas y contaba con 73 batallones de infantería y 135 escuadrones de caballería, todos uniformados, armados y pagados, cinco veces más hombres que en 1703. No era un ejército definitivo ante los de Francia o Inglaterra, pero ya era un ejército considerable. Además, tenía el apoyo de guerrilleros que actuaban en todo el territorio peninsular, como Feliciano de Bracamonte y José Vallejo.

En general, los españoles reaccionaron con ira contra lo que consideraban una traición francesa, y de Luis XIV en particular. El problema era tomar las riendas del país, una vez desaparecido D`Amelot.

Felipe V envió a Cataluña al marqués de Aguilar, pero éste, tras discutir con la reina, renunció a comandar el ejército en Cataluña, y fue al poco sustituido por el marqués de Villadarias.

 

 

Dificultades españolas en 1709.

 

En 1709 hubo en España una revuelta de campesinos valencianos, los maulets: La medida de poner impuestos altos en una región acostumbrada a impuestos bajos, había sido traumática para el comercio valenciano. Macanaz había constatado el desorden de precios causado, y dio marcha atrás, reformando esos impuestos por “el equivalente”, un poco más moderado, más cercano a la realidad posible, pero también era difícil de digerir. A los impuestos más altos se sumaba la realidad de unos ejércitos en guerra asentados sobre campo valenciano, a los que había que alimentar, con impuestos especiales que cobraba el Intendente, y cobijar, muchas veces en casas particulares, o en edificios públicos, pero siempre causando las inevitables molestias.

Se hizo cargo del Gobierno de España Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, duque de Medinaceli, con el cargo de Secretario de Estado de Despacho Universal, pero su gestión duraría poco, pues Medinaceli no veía otra solución que la de que los franceses volvieran a proteger a España, por lo que en 1710 fue acusado de traición, apresado en el Alcázar de Segovia y llevado más tarde al castillo de Pamplona, donde murió.

Tras la retirada de las tropas francesas en 1709, en España se produjo un debilitamiento de la influencia francesa. Pero el respeto por la persona de Luis XIV era grande, y se mantuvo una relación subordinada a Francia hasta la muerte de éste, en 1 de septiembre de 1715.

 

 

  1. Conversaciones de paz de Geertruidenberg.

 

El 3 de enero de 1710, el marqués de Torcy, ministro de Estado de Luis XIV, pidió nuevas negociaciones de paz en Geertruidenberg (Holanda) una vez fracasadas las de La Haya. La novedad era que Luis XIV proponía hacer a Felipe de Anjou rey de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, manteniendo la propuesta de La Haya de hacer rey de España e Indias a Carlos III de Habsburgo. Además ofrecía algún dinero a los ingleses y holandeses como reparación de guerra.

Pero de nuevo los aliados le dijeron que al menos debía pagar toda la guerra de España, ser él mismo el que luchara en España contra Felipe V, y entregar las Indias para que se las repartiesen los aliados, y de nuevo las conversaciones fracasaron. El 11 de mayo de 1710, Luis XIV decidió que no colaboraría en destronar a su nieto Felipe V con sus propios ejércitos, pero estaba dispuesto a aportar 500.000 libras mensuales a la campaña que hicieran los aliados para destronarle. Holanda exigió la participación directa de Francia en la operación. Y las conversaciones fracasaron a fines de mayo de 1710.

Los aliados se negaron a modificar los acuerdos de los Preliminares de La Haya de junio de 1709.

Tras las negociaciones de paz de La Haya y Geertruydenberg, Felipe V decidió no volver a confiar en su abuelo. Eso le ponía en una situación complicada, porque necesitaba los ejércitos, armas y pólvora franceses, pero lo haría negociando con Francia y no sometiéndose a los deseos del rey de Francia.

 

 

 

LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA EN 1710.

 

 

La guerra en España en 1710

 

En febrero de 1710 llegó la flota de América a Cádiz, después de varios años de no haber podido traer plata. Con ello, se pudieron reorganizar un poco las finanzas de Felipe V. 1710 fue un año de guerra de desgaste a fin de tomar posiciones de cara a las conversaciones de paz definitivas que se veían inminentes tras las conferencias de La Haya y de Geertruidemberg. Y aunque éstas habían fracasado, era evidente que se iba a negociar una paz en cualquier momento.

En España, en 1710, se luchaba ya sólo en Cataluña y Aragón, pues los austracistas habían perdido la esperanza de dominar el resto del país. El ejército borbónico era dirigido por el marqués de Villadarias, quien salió de Madrid el 3 de mayo a reanudar la guerra que había estado un tanto parada durante el invierno pasado. Felipe V se incorporó al ejército de Villadarias y presidió un Consejo de generales en Lérida para preparar la operación final: La operación, según propósito de Felipe V, debía significar el final de la guerra. El Marqués de Villadarias tenía 60.000 soldados (de los cuales 40.000 se habían reclutado recientemente, y los austracistas sólo contaban con 19.000 infantes a las órdenes de Starhemberg, aunque éste se trajo 3.500 más de Austria para reforzarles. El primer objetivo fue Balaguer, lo cual fue un fracaso. En primer lugar, el ejército quedó parado frente a Balaguer hasta 13 de junio, mes y medio, y este día se ordenó el asalto y se fracasó. Se retiró el ejército a Ivars (al este de Lérida) donde descansó otro tiempo. La paralización del ejército no parecía tener sentido.

Aprovecharon estos momentos de duda los anglo holandeses, mandados por el mariscal Guido Von Starhemberg y por el general James Stanhope, para tomar la iniciativa e ir sobre el ejército de Felipe V. Starhemberg atacaba con un refuerzo de 1.800 ingleses y holandeses, y el jefe borbónico Octavio de Médicis duque de Sarno, comandante del frente del Segre, no supo reaccionar. Felipe V, el 26 de julio, ordenó retirada hacia el norte, pero la situación no dio tiempo a las tropas a ponerse en marcha y el marqués de Villadarias fue derrotado en la batalla de Almenara el 27 de julio de 1710 (a mitad de camino entre Valencia y Castellón). Felipe V estuvo a punto de perder la vida, pero Villadarias, el general Vallejo y algunos soldados pusieron su mayor empeño en salvar al rey y pudo huir. Villadarias fue destituido fulminantemente. Era inconcebible que 25.000 austracistas se impusiesen al enorme ejército borbónico de más del doble de efectivos.

Starhemberg aprovechó su victoria de Almenara para dejar ocupados Balaguer, Barbastro, Huesca y Monzón.

Felipe V llamó entonces a Alejandro Maitre de Bay y Pourtier marqués de Bay, que estaba en Extremadura, para que le socorriese en Cataluña, y Bay llegó a Cataluña en 15 de agosto y organizó la retirada hacia Aragón. Acampó en Zaragoza ciudad que pensaba que era el objetivo de Starhemberg. Felipe V retrocedió hasta Aragón, y llegó a Zaragoza en 20 de agosto de 1710, pero Zaragoza no les era adicta. Bay se fortificó entre Monte Torrero y el Ebro, al lado mismo de Zaragoza. Los aliados de Von Starhemberg atacaron al marqués de Bay en Zaragoza el 20 de agosto de 1710, y vencieron en la batalla de Monte Torrero, y Carlos III de Habsburgo entró en Zaragoza, mientras Felipe V de Borbón huía hacia Madrid. En la batalla de Monte Torrero, peleaban 20.000 borbónicos contra 22.000 aliados, y las fuerzas eran por tanto muy parecidas, pero la estrategia no. La derrota borbónica se explicaba por la mala dirección táctica de los generales borbónicos, que metieron su ejército en un barranco, del que no podían salir. Mahoni, Amézaga, Armendáriz, Ronquillo y el marqués de Bay quedaron en evidencia frente al gran estratega Starhemberg que supo dirigir a Stanhope, al conde de la Atalaya, a Carpenter, a Wills y a Wetzel.

Carlos III entró en Zaragoza y restableció los fueros aragoneses para agradar a los zaragozanos. Aragón recuperó efímeramente sus fueros, pues los perdería de nuevo al año siguiente. Carlos III no persiguió a los borbónicos que huían sino que estuvo diez días reposando en Zaragoza, asistiendo a muchas ceremonias por la victoria.

Starhemberg exigía ir sobre Madrid para aprovechar la victoria y el desconcierto provocado en el ejército de Felipe V, pero a Carlos III le parecía más práctico ir sobre Navarra a reclutar voluntarios. Starhemberg le respondió que Pamplona no servía de nada en esa guerra. Y mientras discutían esto, el virrey de Navarra, Fernando de Moncada duque de San Juan, pidió ayuda a Francia y a los navarros, y levantó un nuevo ejército borbónico, lo que a la postre significaría que el País Vasco Navarro conservara sus fueros, por haber defendido en este momento la causa de Felipe V. Los austracistas perdieron la ocasión de atacar Navarra y no les quedaba otra opción que Madrid.

Carlos III decidió ir sobre Madrid el 31 de agosto, lo cual le daría más resonancia internacional que atacar Pamplona o perseguir a los que huían. El 4 de septiembre tomó Calatayud.

 

 

La guerra de Sucesión Española

en verano de 1710 en Europa occidental:

 

En el norte de Francia, Villars rehuía a Malborough porque tenía órdenes de Luis XIV en ese sentido, y Malborough, un halcón, aprovechó para tomar algunas ciudades de los Países Bajos españoles, pero tampoco le fue fácil tomar el territorio, pues las ciudades de Arras y Bouchain se le resistieron.

El 8 de agosto de 1710, el conde Godolphin fue despedido como Jefe del Gobierno Británico. Acababan así 8 años de política belicista, y se puso al frente del Gobierno Tory a un antiguo Whig que se había pasado a los tories. Su ministro de exteriores (Secretario de Estado) era el Henry St. John vizconde de Bolingbroke. El Secretario de Finanzas fue Robert Harley. Estos hombres, partidarios de la paz en Europa, estuvieron al frente del Gobierno hasta la muerte de Ana de Gran Bretaña en 1714. Con la caída de Godolphin, perdieron su ascendiente sobre el Gobierno, Lady Sarah Malborough y su marido. El nuevo Gobierno estaba dispuesto a negar la validez de las condiciones para un Tratado de la Barrera pactadas en junio de 1709 en los Preliminares de La Haya, y negociar con Luis XIV sobre bases nuevas.

En agosto de 1710, una vez fracasadas las negociaciones de La Haya de junio de 1709, y las de Geertruidenberg de enero de 1710, Luis XIV y su ministro Torcy decidieron otra táctica para lograr la paz, unas conversaciones en secreto con la gran potencia enemiga, Inglaterra, pero sin presencia de los incómodos conversadores que eran Holanda y España. Enviaron a Londres a François Gaultier y éste negoció con Robert Harley, secretario de Finanzas británico, hombre del Secretario de Estado Henry St. John vizconde de Bolinbroke y se iniciaron las conversaciones de Londres. La consigna del Gobierno británico era no seguir gastando tanto dinero, sino conseguir la paz, y más si se ganaban algunas ventajas a costa de España. En ese año los ingleses tomaron Acadia (costa atlántica de Canadá) y Port Royal su capital (después llamada Annápolis). Los ingleses creían que su posición era fuerte.

 

 

El regreso a España del ejército francés.

 

Felipe V no estaba cómodo en Madrid, con el general Starhemberg rondando en el nordeste, y Felipe V, los Consejos y la Corte se retiraron a Valladolid el 9 de septiembre de 1710. El ambiente en Madrid era de derrota. Unas 30.000 personas de Madrid siguieron al rey. Luis XIV no se impresionó tanto por las derrotas, que esperaba, sino por la multitud que seguía a su nieto Felipe V, al que empezó a valorar más. Decidió enviarle refuerzos desde Francia, para tener bazas en la futura negociación de paz.

Algunos nobles españoles pidieron a Luis XIV que volviera a darles su apoyo militar en estos momentos difíciles. Treinta Títulos de nobleza españoles pidieron a Luis XIV que volviera a proteger a España. Los nobles se enfrentaban a la contradicción de que si querían el poder serían derrotados y lo perderían todo, mientras si querían la colaboración de Luis XIV, deberían ceder en sus deseos de recuperar privilegios y cargos de la nobleza a favor del Estado. El duque de Osuna, consciente de la contradicción se opuso a pedir ayuda a Luis XIV. Pero la situación era de extrema gravedad y la ayuda se pidió. Ante tales indecisiones, Luis XIV comentó que los Grandes y Títulos españoles eran unos incompetentes. Y la gran ganadora fue la Princesa de los Ursinos, la mujer que representaba a Luis XIV en España.

Luis XIV estaba decepcionado por el fracaso de las conversaciones de paz en 1709 y 1710, y porque la retirada de tropas francesas de España estaba dando lugar a la posible pérdida del principal objetivo de la lucha, España y sus colonias. Y Luis XIV envió a España a Louis Joseph de Borbón duque de Vendôme[4], hermano del general Felipe de Vendôme, el cual luchaba principalmente en Italia. Estaba auxiliado por Adrian Maurice de Noailles III duque de Noailles. Entraron en España por el País Vasco. Llegaron a Valladolid el 17 de septiembre de 1710.

Noailles llegó a Valladolid hablando de desastre bélico. Dijo que la situación en Europa estaba perdida para Francia, y la situación en España se estaba perdiendo. Por lo tanto no cabía más que negociar una paz honrosa. Además les dijo a los generales españoles que su ejército español no tenía ningún valor militar porque ellos, los generales, no eran ni capaces ni honrados. Además, si no aceptaban negociar una paz, Francia se vería obligada a declarar la guerra a España, y Felipe V sería destituido.

Felipe V le contestó a Noailles que aquello que estaba pasando era una circunstancia de guerra sin importancia, porque él, Felipe V, estaba ganando la guerra. Y Noailles se quedó perplejo.

En Valladolid se reorganizó la nueva estrategia de la guerra:

Vendôme sería el comandante general de las fuerzas borbónicas. Exigió obediencia de los jefes guerrilleros Vallejo y Bracamonte. Vendôme defendería Castilla, los alrededores de Madrid, con cuartel general en Talavera de la Reina; Vendôme se situó con sus hombres en Almaraz, sobre el río Tajo, 60 kilómetros río abajo de Talavera de Reina.

Alexandre Maître de Bay, marqués de Bay, fue enviado de nuevo a Extremadura, a sus posiciones de agosto pasado. Debía asegurar el Tajo para evitar la invasión desde Portugal; el marqués de Bay sería jefe del ejército de Extremadura con la misión de evitar el avance de los ingleses y portugueses y su conexión con los ejércitos de las regiones de Toledo y del este peninsular;

Se levantaría un nuevo ejército en Andalucía y la Castilla no ocupada por los austracistas. Se encargaría al coronel de dragones José Vallejo y a Feliciano Bracamonte defender Castilla la Vieja, La Mancha y Toledo;

La Corte, la Familia Real y el Gobierno de España, sus Consejos, se trasladarían a Vitoria, una ciudad más fácil de defender que Valladolid;

Noailles se trasladaría a Perpiñán para atacar desde allí a los austracistas de Cataluña;

Felipe V e Íñigo de la Cruz Manrique de Lara y Ramírez de Arellano conde de Aguilar, recogerían y reorganizarían el ejército derrotado en Zaragoza y marcharían con él a Extremadura, territorio fronterizo a Portugal que Vendôme consideraba clave en ese momento para evitar la unión de los ejércitos portugueses con los catalanes, ingleses y holandeses; Felipe V se instaló a fines de septiembre en Casa Tejada, unos cinco kilómetros al norte de Almaraz.

Complementariamente, Luis XIV mandó recado a la Princesa de los Ursinos y a Bergeyck, a través del embajador Bonnac, para que ambos se sometieran a Noailles y actuasen a favor de la negociación de la paz que le convenía a Luis XIV.

 

 

Carlos III de Habsburgo en Madrid.

 

Se permitió que el austracista Stanhope tomara Madrid y propiciara la llegada de Carlos III de Austria. El 28 de septiembre de 1710, el archiduque Carlos de Habsburgo entró en Madrid por segunda vez, subió por Atocha a Calle Mayor, y sus lacayos arrojaban monedas a la calle. Pero sólo unos pocos niños se acercaron a recogerlas, pues los madrileños gritaban “Viva Felipe V”. Carlos III se quedó muy impresionado, y una vez llegado a Cibeles salió de Madrid, poco menos que huyendo, por la calle de Alcalá. Además los alrededores de Madrid estaban batidos por los guerrilleros de Vallejo y Bracamonte. En Madrid el archiduque Carlos de Habsburgo se proclamó rey de España con el nombre de Carlos III de Habsburgo. Al día siguiente, los generales de Carlos III de Habsburgo se reunieron a considerar su situación, y decidieron abandonar Madrid, que parecía hostil, y concentrar las fuerzas austracistas en Toledo, que sería más fácil de defender. El 9 de noviembre de 1710, Carlos III de Habsburgo abandonó Madrid. El 13 de noviembre de 1710 desaparecieron todas las tropas aliadas de Madrid, porque unas partidas de guerrilleros a caballo, entre las que destacaba Pedro Ronquillo con sus 600 jinetes, estaban acosándolas constantemente. El 23 de noviembre, llegaron a Madrid dos regimientos de caballería del bando de Felipe V.

 

 

Relaciones de Felipe V con Luis XIV

en septiembre de 1710.

 

Felipe V hizo una oferta de Paz: entregaría Gibraltar y Mahón, el asiento de negros por diez años y la plaza que los ingleses quisieran en las Indias, a cambio de la retirada británica. Inglaterra reclamó 30 años de asiento de negros y una factoría en Río de la Plata, acceso libre al puerto de Cádiz, y así se lo comunicó a Luis XIV, el cual negoció y aceptó estas condiciones ante los aliados en nombre de Felipe V, aunque no tenía poderes para negociar en nombre de España. Felipe V se encolerizó una vez más por la actitud de su abuelo, que le ninguneaba.

 

 

El invierno de 1710.

 

Von Starhemberg consideró que Castilla no era territorio seguro para hibernar, pues la población le era hostil y la guerrilla tendría muchas ventajas sobre su ejército con el frío invernal. Decidió abandonar Toledo e hibernar en Cataluña.

El 18 de noviembre de 1710, Carlos III decidió retroceder hasta Cataluña, pues aunque un ejército francés estaba atacando desde el norte, allí tenía apoyo de la población. Carlos III, en su retirada de Madrid, llegó a Zaragoza en 29 de noviembre y a Barcelona el 9 de diciembre de 1710.

El 24 de noviembre de 1710 hubo concentración del ejército aliado en Chinchón a fin de organizar la retirada hacia Cataluña. Stanhope se haría cargo del ejército de la izquierda, Starhemberg tomaría el mando del centro y los españoles y portugueses austracistas quedarían a la derecha al mando del Conde de la Atalaya. Stanhope se constituía en retaguardia del ejército en retirada, pues cubría el lado próximo a Madrid.

El ejército de Carlos III de Habsburgo cometió un grave error en su retirada de Madrid, en noviembre de 1710, pues castigó duramente a los pueblos que se le mostraban hostiles, lo cual le hizo perder la poca popularidad que tenía en Castilla, y creó un ambiente que le haría imposible en el futuro salir de Cataluña.

Enterado Felipe V del abandono de Madrid por Carlos III, viajó a toda prisa desde Extremadura a Madrid, donde entró, en 3 de diciembre de 1710, acompañado de Vendôme. Y entonces, se tomaron las decisiones rápidamente, todo lo que no se había hecho tres meses antes: se organizó la persecución del ejército de Stanhope.

El 4 de diciembre se inició la retirada de los aliados desde Chinchón, y también los últimos que quedaban en Toledo. El 6 de diciembre, Stanhope llegó a Brihuega (Guadalajara) bastante despreocupado, y ni se molestó en poner exploradores ni guarniciones de apoyo, pues creía que el enemigo estaba desorganizado y lejos. Ni siquiera se inquietó el 7 de diciembre, cuando el Melchor de Avellaneda Sandoval Rojas y Ramiro marqués de Valdecañas pasó el Tajuña (río al este de Madrid).

Vendôme reunió las fuerzas más ligeras y las puso al servicio del marqués de Valdecañas, quien alcanzó el 8 de diciembre a los soldados de Stanhope en Brihuega (Guadalajara). Llegó poco después Felipe V, bombardearon a Stanhope por la mañana y Pedro de Zúñiga marqués de Toy, Daniel Mahony y Mariarty conde de Mahony y el conde de las Torres, atacaron a las 15 horas, y Stanhope se rindió de pleno en Brihuega (Guadalajara) el 9 de diciembre (mandos militares, soldados, material de guerra) a las 20 horas. Los sitiadores habían tenido el doble de bajas que los sitiados, pero a continuación tomaron 3.000 prisioneros, entre los que estaban el general James Stanhope y dos generales más, y otros muchos oficiales, que fueron apresados en Valladolid. Stanhope se libró en 1711, cuando el archiduque Carlos le canjeó por el duque de Escalona, y pudo regresar a Inglaterra.

El ejército de Starhemberg retrocedía desde Cataluña para apoyar a Stanhope y se posicionó en Villaviciosa de Tajuña (muy cerca de Brihuega) en 9 de diciembre de 1710, cuando ya Stanhope se había rendido. El 10 de diciembre de 1710, 20.000 borbónicos mandados por Vendôme, el marques de Valdecañas, el conde de Aguilar y el conde de Torres, fueron sobre los 14.000 hombres de Starhemberg y hubo una batalla muy dura en Villaviciosa. Starhemberg no tenía información de cómo había surgido un ejército borbónico tan repentinamente. Al verse en inferioridad, decidió esperar la noche para huir. Vendôme comprendió la estrategia de Starhemberg y le cerró las salidas. Starhemberg con un ejército alemán, el conde de la Atalaya y Antonio Villarroel con los españoles austracistas, y el general Frankemberg con los palatinos, portugueses y catalanes, fueron duramente castigados. Starhemberg reorganizó sus tropas y se hizo dueño del campo de batalla, y se consideró vencedor, pero era una victoria efímera, que sólo servía para permitir la retirada o huída. Era una victoria pírrica en la que había perdido hombres, cañones y alimentos.

Los borbónicos tenían daños similares, pero su capacidad de recuperación era muy superior a la de los austracistas. Hubo miles de bajas por ambos bandos.

El general Starhemberg decidió retirarse hacia Zaragoza, a donde llegó el 23 de diciembre y se encontró que no había alimentos ni capacidad para atender a los 2.000 heridos que llevaba. Arrojó los cañones y armas pesadas al Ebro y ordenó la retirada hacia Barcelona, a donde llegó en 6 de enero de 1711, tras darse un “paseo” de más de 400 kilómetros de ida, y otros tantos de vuelta, en medio de la nieve y el hielo de Castilla y con el obstáculo añadido de que Lérida, Mequinenza y Monzón eran borbónicas y podían salir a hostigarle en cualquier punto del camino. Starhemberg había salvado gran parte de su ejército, pero a un precio muy alto.

 

 

Consecuencias de Brihuega-Villaviciosa.

 

El desastre austracista de Brihuega-Villaviciosa fue aprovechado: por Felipe V para entrar en Zaragoza el 4 de enero de 1711, y establecerse en esa ciudad; por Noailles para sitiar Gerona (que se rindió en 25 de enero); por el marqués de Valdecañas para tomar Graus y Benavarre.

Cuando, en febrero de 1711, los borbónicos tomaron Morella (Castellón), los austracistas estaban encerrados en lo que son las provincias de Barcelona y Tarragona. Pero la flota inglesa abastecía y defendía la ciudad, y no tenían mayores dificultades.

El ambiente de derrota y desamparo existente en la España borbónica a principios de 1710, se había convertido en victoria en diciembre de 1710 y enero de 1711. El Gobierno español se recompuso en torno a un nuevo líder militar, el flamenco Jean de Brouchoven conde de Bergeyck[5] a mediados de 1711.

Tras las victorias de Felipe V, Luis XIV de Francia decidió volver a apoyarle en claro gesto oportunista, pues quería tener bazas de negociación en las conversaciones de paz.

Los desastres austracistas en España vinieron muy bien a los negociadores franceses en las conversaciones de Londres, una vez que Carlos III sólo dominaba Cataluña y Mallorca, pues cambiaba por completo el panorama de la guerra. Los negociadores decidieron que el archiduque Carlos, Carlos III de Habsburgo, no fuera rey de España. Los británicos pidieron concesiones comerciales y colonias, y abandonaron las pretensiones territoriales. Los negociadores fueron Matthew Prior por Inglaterra, y Nicolás Mesnager por Francia. Pero la nueva apuesta de paz mejoraría mucho para ellos a partir de abril de 1711.

 

 

Problemas político sociales en España 1710.

 

En 1710, los aragoneses y valencianos, aprovechando el dominio de Carlos III de Habsburgo, abolieron los decretos de Nueva Planta recibidos en 1707, pues querían una Nueva Planta, pero más acorde con la realidad de cada país. El rey Felipe V ya sabía que se habían cometido excesos en la legislación y estaba dispuesto a “moderar y alterar” las disposiciones de 1707. Pero la guerra trastocó todo, pues el archiduque Carlos entró en Aragón y abolió por su cuenta los Decretos de Nueva Planta, y acaeció que Felipe V tuvo que reconquistar el territorio en 1711. Era evidente la necesidad de un nuevo enfoque en el problema de la reforma de los impuestos. Quedó pendiente para el momento de la reconquista, y se hizo en su momento, en 1711, con cierto tacto y prudencia.

En 1710 hubo una nueva vuelta de tuerca en la presión fiscal extraordinaria, destinada a la guerra, que ya se había hecho muy dura a partir de 1701 en una primera época que duró hasta 1707. En esta segunda época se decretó que en adelante, la mitad de los réditos de los juros serían para el Estado, que cada vecino aportase un donativo de 12 reales para el ejército, que los castellanos y leoneses pagasen 60 reales por cabeza en concepto de “servicio, cuartel y remonta” y 40 reales por cabeza en concepto de salarios para los oficiales del ejército. Se ordenó que Aragón pagase por estos conceptos una cantidad global de 838.000 escudos, y Valencia una cantidad global de 576.000 escudos. Cataluña no estaba incluida porque era el enemigo al que se hacía la guerra. Estos impuestos de capitación fueron repetidos en 1712, 1713 y 1714, hasta el final de la guerra. Además se decidió poner a la venta los cargos del Estado en España y América, para ingresar más dinero de los nobles y clérigos. La popularidad de los Borbones no podía ser muy alta entre los españoles, teniendo en cuenta la presión fiscal de 1701 a 1714.

Lo que se hacía evidente para todos los que teniendo ojos querían ver, era que algunos emporios de riqueza no estaban siendo tocados por Hacienda.

Había un núcleo de obispos regalistas o partidarios de eliminar los privilegios de la Curia romana en España. El más importante de ellos era Francisco de Solís, obispo de Córdoba. También actuaba en el mismo sentido el jurisconsulto Melchor Rafael de Macanaz, antiguo catedrático de Salamanca, que publicó el Memorial de los 55 Puntos, 1713, aludiendo a las quejas del gobierno español ante la Nunciatura, tan duro que llegó a ser declarado cismático en 1714 por la Inquisición. El exilio de Macanaz en Pau y su encarcelamiento en 1748-1759 fue una causa de gran desprestigio para la Inquisición, de modo que su supresión será una bandera liberal a finales del XVIII y principios del XIX. Las discordias dentro de la jerarquía católica eran graves y evidentes entre la mayoría ultraconservadora y los regalistas y jansenistas.

 

 

 

[1] Guillermo Olagüe de Ros. La epidemia europea de gripe 1708-1709. En internet.

[2] Juan Francisco Antonio Alonso María José Domingo Pacheco Téllez Girón, 1649-1718, conde de Puebla de Montalbán, utilizaba el título de duque de Uceda por consrte de la duquesa Isabel María de Sandoval y Girón. Había sido Virrey de Sicilia en 1697 y fue embajador de España en Roma a partir de 1696. Se declaró borbónico en 1700 y retuvo el cargo. En 1710 se pasó a los austracistas.

[3] Hablaremos del jansenismo español, más tarde, en el capítulo de Fernando VI.

[4] Luis de Borbón duque de Vendôme conocía bien a los españoles, pues ya había tomadoBarcelona en 1697, y también conocía la guerra, pues había peleado en Italia y en Flandes. Aunque era glotón, obeso, y tardo en tomar decisiones, era cachazudo, y cuando se ponía en marcha aparecía como un huracán que se llevaba todo por delante. Anecdóticamente, traía un cocinero italiano, un clérigo modesto que le preparaba grandes banquetes, y se llamaba Julio Alberoni. Vendôme murió en 1712 en Vinaroz, después de una comilona de pescado, tras la cual le dio un ataque de apoplejía. Era hermano del general Felipe de Vendôme que había luchado en Italia, y que a la postre se puso bajo sus órdenes en el ejército en España.

[5] Jean de Brouchoven conde de Bergeyck había sido Tesorero Mayor en los Países Bajos españoles en 1688, y Superintendente General de Guerra y Hacienda en ellos, en 1702. Al ser invadidos los Países Bajos, se refugió en Francia y actuaba como delegado portavoz de Felipe V ante Luis XIV y las negociaciones con los aliados. En 20 de julio de 1711 se trasladó a España.